ALIX Y MINNIE PART II, Alix llega a Inglaterra.

Los ingleses, por su lado, aceptaron entusiásticamente a Alix. Después de una larga racha de consortes germánicos (todos los Georges de Hannover se habían casado con princesas alemanas, todos los príncipes tíos de Victoria se habían casado con alemanas, la madre de Victoria había llegado de Alemania, Alberto procedía de Alemania, las princesas Vicky y Alice se habían unido a alemanes…) resultaba una magnífica novedad prepararse para recibir a la «hija del Rey del Mar». Los versos de Alfred lord Tennyson compuestos en honor a la princesa danesa se repetían por doquier, en una muestra de júbilo popular anticipado.

Y el júbilo se desbordó cuando los reyes daneses llegaron con su descendencia a Londres. Alix era una joven preciosa, que se presentaba con su sombrerito ladeado en la cabeza, el rostro ruboroso y una sonrisa tímida pero deseosa de agradar. Los londinenses enloquecieron con ella. Nunca antes había habido una princesa de Gales tan popular. Quizá más de un siglo después lady Diana Spencer generó una corriente de simpatía colectiva tan intensa como la provocada, en su día, por Alexandra de Dinamarca.

La única queja de los ingleses radicó en el hecho de que la boda se celebrase en la intimidad de Windsor. El casamiento del príncipe de Gales debía haber tenido lugar en Westminter o Saint Paul, con un cortejo adecuado recorriendo las calles londinenses abarrotadas de un público enfervorizado. Pero Victoria no transigió con eso. Albert estaba muerto, ella se encontraba destrozada por su inesperada viudedad y nadie tenía derecho a regocijarse. Habría boda, porque Albert había aprobado esa boda, pero habría una boda discreta y digna, si alharacas de ninguna clase.

Con esta apariencia se transformó Alix en la Princesa de Gales:

Así, quedaba atrás para siempre su etapa de princesa danesa, representada por fotos como las tres siguientes…

Y se iniciaba la etapa de su vida junto a Bertie:

BertieandAlexandra.jpg

Esta foto muestra a Bertie y Alix el mismo día en que se comprometieron después de que él se declarase (9 de septiembre de 1862):

Y esta foto revela a una Alix recien casada junto a su doliente suegra, la reina Victoria:

Entre medias, se había producido un salto gigantesco en la vida de la princesa danesa.

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Desde luego, el primer efecto de la boda de Alix lo constituyó el alejamiento físico de su país natal y de su familia. Para Alix fue especialmente duro acostumbrarse a la distancia respecto a su familia, porque era una hija apegada a sus padres y una hermana que se sentía dichosa con sus hermanos. En particular, echaba de menos a Minnie, su eterna compañera.

El segundo efecto fue tener que acostumbrarse a pertenecer a otra familia real, la británica. En adelante, Alix habría de manejar con cuidado sus relaciones no sólo con la formidable suegra que le había tocado en suerte, la reina Victoria, sino con la gran serie de hermanas y hermanos de Bertie.

La familia real británica constituía sin duda un elenco fascinante:

Victoria, la matriarca

Vicky, Princesa Real, luego Princesa de Prusia, luego Emperatriz de Alemania. Desde Berlín, ejercía una considerable influencia en su madre.

Alice, después duquesa de Hesse-Darmstadt. La hermana preferida de Bertie.

Alfred «Affie», duque de Edimburgo.

Helena, Lenchen, que se casaría con el príncipe Christian de Schleswig-Holstein-Augustenburg.

Louise, con el tiempo sería duquesa de Argyll tras su boda con John Douglas Campbell.

Arthur «Artie», duque de Connaught.

Leopold, duque de Albany. El hijo hemofílico.

Beatrice «Baby», la benjamina. Posteriormente, princesa Battenberg por matrimonio.

Un tercer cambio radicó en el hecho de que, de pronto, Alix ya no era una princesa perteneciente a una corte modesta dentro de una familia de recursos limitados. De pronto, se encontró en una posición verdaderamente desahogada. Junto a Bertie disponía de una magnífica mansión en Londres: Marlborough House. También poseían Sandringham, una residencia campestre en Norfolk. El príncipe de Gales había recibido dicha propiedad de su difunto padre, Albert, quien la había conseguido por poco dinero, como una «ganga». Por supuesto, hubo que rehacer por entero la casa y acondicionar la finca, pero, una vez realizada la fuerte inversión inicial, se obtuvo un lugar apropiado en un paraje propicio para la caza del faisán, uno de los pasatiempos de Bertie.
Para Alix, Sandringham House representaba su hogar de casada.

En la etapa inicial de matrimonio, los Gales parecían avenirse a las mil maravillas. Alix, que era joven, estaba llena de vitalidad y deseaba caer en gracia a todos, participaba en el frenético ritmo de vida impuesto por Bertie. Cuando no ejercían de anfitriones, asistían en calidad de invitados de honor a un sinnúmero de fiestas. Se les veía por doquier, alternando con lo mejor de la sociedad británica, frecuentando los hipódromos, etc. A la reina Victoria esa actitud conjunta de la pareja le provocó un berrinche. Había esperado que la «dulce y delicada» Alix ejerciese su influencia en Bertie, domesticándolo, reduciéndolo a un ámbito hogareño y al cumplimiento diligente de las pocas tareas de representación que les encomendasen. Pero, declaró Victoria, Alix parecía haberse echado a perder junto al tarambana de Bertie. Quizá la boda no había constituído un acierto, reflexionó, y pagarían por ella un precio más elevado del valor que en realidad se le podía atribuír a Alix.

Desde la perspectiva de Alix, por supuesto le interesaba consolidar su matrimonio con Bertie, de modo que, aunque no le hubiera gustado ir de fiesta en fiesta, lo que en verdad le gustaba mucho porque suponía una gratísima novedad en su existencia figurar socialmente, tampoco se hubiera podido permitir «refrenar» al príncipe en esa etapa de vida común. Alix acabaría por relajar considerablemente su estilo de vida, midiendo más a qué fiestas acudía, quedándose en casa con mayor frecuencia, pero eso sería cuando se convirtiese en madre.

Imágenes de la joven y bella princesa de Gales:

Alix dió cumplimiento al principal deber de una princesa, asegurar la continuidad del linaje, el ocho de enero de 1864. En Frogmore House, la antigüa residencia de la difunta duquesa viuda Victoria de Kent dentro del recinto de Windsor, Alix trajo al mundo un varoncito: se le otorgarían los nombres de Albert Victor, porque la reina había decretado que toda su descendencia debía portar el nombre de su consorte muerto, de ella misma o de ambos combinados.
Albert Victor, a quien en cualquier caso denominarían Eddie, ostentaría los títulos de duque de Clarence y de Avondale. En principio, se trataba de una cosita diminuta y débil, ya que se presentó dos meses antes del término del embarazo. El hecho de que Alix se pusiese de parto a los siete meses de embarazo enfadó a su suegra Victoria, que atribuía ese notable adelanto al frenético ritmo de vida de la princesa de Gales. Si un niño prematuro siempre supone un riesgo añadido, esto se hacía dolorosamente evidente en esa época en la que no estaba avanzada la ciencia específica de los cuidados neonatales. Tiene lógica que Victoria se enojase con la situación.

Que el primer embarazo de Alix no hubiese evolucionado hasta completar los nueve meses, afectó a Eddie. Era muy pequeño, por supuesto, pero es que, además, se quedaría con el aspecto general de un niño delicado, quebradizo. Pero, aparte la cuestión física, hubo consecuencias para el desarrollo mental. El padre de Eddie, Bertie, había sido un chiquillo con tendencia a la dispersión, muy fácil de distraer, un tanto perezoso y remolón por mucho que tratasen de inculcarle un mínimo de disciplina. Eddie, sin embargo, poseía una mente anormalmente letárgica. Le costaba captar las ideas y conceptos, retenerlos y darles un repaso en la cabecita. Su primer tutor, John Neale Dalton, informaría con bastante desaliento a Bertie, unos años después, de que Eddie no fallaba en un sólo tema o materia…sino que fallaba en todo. En defensa de Eddie, hay que señalar que, con un comienzo en la vida tan debilitante como es nacer dos meses antes de fecha, hubiera necesitado un tutor que se mostrase menos estricto y exigente que Dalton cuando se inició en un programa de estudios. Un programa de estudios no tan intensivo ni tan riguroso, más pausado y relajado, hubiera mejorado las cosas para Eddie.

A Eddie, tan lento en su desarrollo, le hacía sombra su hermano, nacido quince meses después que él mismo, en junio de 1865. El segundo varón de Bertie y Alix, venido al mundo en Marlborough House, Londres,  recibió los nombres de George Frederick Ernst Albert. Se le mencionaria por el afectuoso diminutivo Georgie. Dada la poca diferencia de edad de Eddie y Georgie, crecieron recibiendo la misma educación encomendada al mismo preceptor, Dalton.

El siguiente descendiente de los príncipes de Gales nacería el 20 de febrero de 1867. Sería una niña, bautizada Louise Victoria Alexandra Dagmar. El embarazo de Louise, como veremos más adelante, supuso una época difícil para Alix ya que se vió aquejada de un virulento acceso de fiebre reumática que la dejaría casi sorda. El episodio de la enfermedad lo vivió en una penosa soledad, mientras Bertie, ajeno a la gravedad del asunto, se divertía con otras mujeres en el extranjero.

Imágenes de Eddie y Georgie:

*Bertie y Alix con Eddie bebé:

*El pequeño Eddie:

*El pequeño Georgie:

*Alix con los niños Eddie y Georgie:

*Eddie y Georgie:

Inciso: ¡qué chocante me resulta ver a los niños de esa época vestidos como muñequitas, parecen niñas…!

Entre tanto, en Dinamarca

…quedaban dos princesas solteras Giñar

Quizá con la intención de ejercer una presión decisiva sobre la dudosa reina Victoria, cuando todavía no estaba claro si se produciría el compromiso oficial entre Bertie y Alix, la inteligente reina Louise Wilhelmine había logrado «filtrar» la noticia de que los rusos también estaban bastante interesados en Alexandra como eventual novial para el zarevich Nicolás, «Nixa», hijo mayor del zar Alexander II y María Alexandrovna. Ese rumor le había resultado efectivamente muy inquietante a Victoria. Le parecía inconcebible que los «horribles rusos» les ganasen por la mano, llevándose a su «bárbaro país» a la encantadora Alexandra de Dinamarca.

Finalmente, Alix se había unido en matrimonio a Bertie. Pero había un trasfondo de realidad en la interesada filtración de la reina danesa Louise: los rusos tenían los ojos puestos en las princesas danesas. Y, así, en el año 1864, el zarevitch ruso Nixa, que se encontraba realizando una gira estival por el continente, se dirigió a Dinamarca para conocer a princesa Dagmar. En el ambiente idílico de Fredensborg, el castillo rodeado de preciosos parques y bosques de excepcional frondosidad, Nixa y Minnie sintieron que entre ambos se producía un flechazo. Los dos se comprometieron, con las bendiciones de los zares rusos y los reyes daneses.

Estas imágenes pertenecen a ese momento en la vida de una Minnie elegida como futura consorte de Nixa, que en teoría tendría que haberse convertido, con el tiempo, en el zar Nicolás II:

Esta fotografía que viene a continuación se tomó en la escalinata de acceso a una de las puertas de Fredensborg el día en que Nixa se declaró a Minnie, originando el compromiso de ambos. No sólo se ve a la pareja, sino a los hermanos de la novia, Freddie, Thyra y el pequeño Valdi, así como a la reina Louise en la esquina derecha:

Otra foto de la comprometida pareja tomada el mismo día:


RUSIA

El flamante novio de Minnie era el zarevitch Nicolás Alexandrovich Romanov, heredero de la corona imperial rusa. Esta es una bonita imagen del príncipe:

Se trataba de un muchacho inteligente y cultivado, sensible hacia los demás, amable en el trato y con una sorprendente capacidad para la diplomacia. Su padre, el emperador Alexander II de Todas las Rusias, estaba razonablemente orgulloso de Nixa.


Miniatura representando a Alexander II

Y también, desde luego, se mostraba extremadamente devota hacia él su madre, la frágil y melancólica María Alexandrovna, nacida princesa de Hesse-Darmstadt.


Miniatura representando a la tsarina María

Ahora, hemos de remontarnos atrás en el tiempo…

En el año 1838, un tsarevich ruso llamado Alexander Nicolayevich recorría Europa buscando una princesa de su gusto. Se trataba del hijo mayor y heredero del zar Nicolás I, nacido del matrimonio de éste con Alexandra Feodorovna, quien, anteriormente, se había denominado princesa Charlotte de Prusia. En su constante ir y venir por tierras germanas, Alexander, un buen mozo de veinte años, recaló en el castillo de Jugendheim, cerca de Heiligenberg, en el ducado de Hesse-Darmstadt. Como en un cuento de hadas, Alexander se quedó prendado de una bonita muchacha de catorce años de edad que se entretenía en los jardines. Era la princesa Maximilienne Wilhelmina Marie de Hesse, llamada, en familia, simplemente María.

Cuando Alexander informó en la corte rusa de sus sentimientos hacia María y de su deseo de casarse con ella, se formó cierto revuelo. Ni el zar Nicolás I ni la zarina Alexandra Feodorovna estaban contentos con la elección de su hijo. La única princesa de Hesse que había matrimoniado dentro del círculo Romanov había sido Wilhelmine, rebautizada Natalia Alexeievna, mujer del entonces zarevitch Pavel Petrovich, que después fue el zar Pavel I…padre de Nicolás I. Natalia había resultado una triste elección, pues murió a edad temprana, sin dejar progenie, habiendo mantenido en su breve matrimonio una aventura con uno de los amigos del marido, que se quedó devastado al enterarse de tal infidelidad de boca de su propia madre, la magnífica Catalina II.
Ese antecedente proyectaba una sombra, pero, para la zarina Alexandra Feodorovna, existía otra razón de peso para manifestar su contrariedad: los dudosímos orígenes de la joven María de Hesse. Oficialmente, ella era hija del gran duque soberano de Hesse, Ludwig II, y de la esposa de éste, nacida princesa de Baden con el nombre de Wilhelmine. En cuanto a linaje y conexiones familiares, no había nada que echarle en cara a la gran duquesa Wilhelmine: una de sus tías había sido la zarina Elizabeth Alexeievna, consorte de Alexander I (hermano mayor de Nicolás I…), y otra la reina Karoline de Baviera. Pero Wilhelmine no había encontrado ninguna felicidad en su matrimonio con el gordo Ludwig II de Hesse y se dice que buscó esas alegrías que le negaba la vida conyugal fuera de ella. En concreto, las cortes europeas murmuraban acerca de que los tres hijos mayores de Wilhelmine eran realmente hijos biológicos de Ludwig II, pero los cuatro menores -entre los que se contaba María- habían nacido de la larga relación adulterina de Wilhelmine con el barón August Senarclens de Grancy. De hecho, Wilhelmine vivía separada del marido, en compañía del presunto amante y esos niños, en Heiligenberg, mientras el esposo permanecía con los tres primeros retoños en Darmstadt.
La madre de María había muerto cuando ella frisaba en los nueve años, por lo que nunca pudo darse el caso de que la duquesa Wilhelmine confesase a la chiquilla si era la hija ilegítima de Grancy. Pero esa historia se daba por muy cierta, de modo que Alexandra Feodorovna tenía claras reticencias que oponer a la novia escogida por su querido Alexander.

De cualquier modo, Alexander se llevó el gato al agua. En abril de 1841, se casó en San Petersburgo con María de Hesse, que había renunciado al luteranismo para convertirse a la ortodoxia con el nuevo nombre de María Alexandrovna (nótese que un año después, en mayo de 1842, se casaban en Coppenhague el entonces príncipe Christian de Glücksburg con la prima Louise Wilhelmine).

En principio, la unión de Alexander y María parecía algo así como una de las más bellas historias románticas jamás vividas. El zarevitch adoraba a su flamante esposa, que le correspondía. La única pena la constituía la delicada constitución de María. Su madre Wilhelmine, la gran duquesa presuntamente adúltera de Hesse, había fallecido a edad temprana por consunción, nombre que entonces se daba a la tuberculosis. María había heredado la propensión a las enfermedades pulmonares de la madre, y la propensión se reveló en toda su crudeza debido a los inviernos tremendamente fríos de San Petersburgo. Aún así, María procuraba cumplir con elegancia su papel y dió al marido nada menos que siete hijos: Alexandra, Nicolás, Alexander, Vladimir, Alexei, Marie, Sergei y Paul. La gran pena de María, compartida por Alexander, fue que la hija mayor, Alexandra, a quien cariñosamente llamaban Lina, se murió con seis años de edad, en 1849, por una meningitis tuberculosa.

En 1855, Alexander sucedió a Nicolás I, con el nombre de Alexander II. En adelante procuraría ser un zar liberal y reformista, al punto de que pasaría a la historia como el Zar Libertador por haber abolido la servidumbre en el imperio ruso. Junto a él, se mantenía María, con la salud severamente deteriorada, pero aún capaz de desarrollar su actividad y de tener niños (Paul, el pequeño, nació en 1860).

Imágenes rusas:

1.-La zarina Alexandra Feodorovna, nacida princesa Charlotte de Prusia, consorte de Nicolás I. No aprobó, inicialmente, el casamiento de su hijo Alexander con María de Hesse debido a la presunta bastardía de la chica.

2.-Alexander, ya zar Alexander II. Hijo primogénito de Alexandra con Nicolás, sucedió al padre en el trono.

3.-La joven María Alexandrovna, nacida princesa María de Hesse, con la que, pese a las reservas planteadas por sus padres, el heredero Alexander acabó casándose por amor.

Cuando Minnie se comprometió con Nixa, se sintió extasiada con su novio hasta el punto de que quizá le costó darse por enterada de que el joven había heredado la debilidad pulmonar que había matado a su abuela materna (Wilhelmine) y que debilitaba a su madre (María). Las fotos de Nixa muestran a un joven apuesto, que transmite sin embargo cierta expresión melancólica:

Tras una estancia de varias semanas en Fredensborg, disfrutando de su noviazgo con Minnie, Nixa, optimista ante el futuro en común con la danesa, regresó a San Petersburgo. Por desgracia, allí empezó a sentirse mal. Parece ser que se le diagnosticó una fuerte bronquitis, que incluso llevaba aparejada una ligera parálisis. Los zares Alexander y María, desesperados, recibieron los consejos de varios médicos, quienes sugerían principalmente que se enviase al príncipe a reestablecerse de sus dolencias a algún clima cálido. Finalmente, Nixa, con un nutrido séquito, viajó a Niza, en el Sur de Francia, que se consideró el lugar idóneo para una pronta recuperación.

En Coppenhague, Minnie aguardaba siempre noticias de su novio enfermo. Lo que no esperaba recibir fue lo que recibió: un llamamiento urgente para que acudiese a la Costa Azul, porque Nixa empeoraba día a día y se temía un fatal desenlace. Los médicos hablaban ya de una tuberculosis desarrollada al punto de que afectaba seriamente a la espina dorsal; es probable, no obstante, que el muchacho padeciese una agresiva meningitis que acabó alcanzando el cerebro. Acompañada por la afligida reina danesa Louise, Minnie viajó a través de Europa hasta llegar a Villa Bermon, en Niza. También emprendieron al mismo tiempo viaje hasta allí el zar Alexander II con sus hijos menores, ya que la zarina María se había desplazado con anterioridad al recibir las primeras noticias sobre la mala evolución de la enfermedad que padecía el chico. Dagmar apenas tuvo tiempo de despedirse de Nixa, que antes de darle la última bendición a su querida novia, había estado llorando en presencia de su hermano Alexander (Sacha) porque le hacía daño pensar que dejaba atrás una vida entera que hubiera compartido con ella.

Esta bella imagen…

…nunca se repetiría, porque el zarevitch Nicolás «Nixa» Alexandrovich Romanov murió en suelo francés el 24 de abril de 1865.

El verano de 1865 constituyó un período de profunda tristeza para la joven Minnie. Con el prematuro fallecimiento de Nixa, se habían esfumado todas sus ilusiones sentimentales y, de paso, las expectativas creadas como futura esposa de un zarevitch ruso. La muchacha estaba enamorada de quien había sido su novio, pero también se había iniciado ya en el estudio de la lengua y la historia rusas, aparte del estudio de la religión ortodoxa, con vistas a hacer un buen papel en la patria de él, que hubiera sido su país adoptivo. De pronto, todas las perspectivas de futuro se habían volatilizado.

La reina Louise era una mujer de aguda inteligencia. Comprendía que su hija necesitaba atravesar por la fase de duelo, lo que permitía, pero, entre bambalinas, reanudó con la mayor delicadeza los contactos con la madre del príncipe muerto, la zarina María Alexandrovna. Louise pensaba que, ya que Minnie había agradado a Alexander y María lo suficiente para que éstos hubiesen querido casarla con Nixa, se podía retomar la historia con el nuevo zarevitch: Alexander, llamado Sacha.

Por supuesto, había que manejar la situación con guante de seda, pero la idea no resultaba descabellada ni mucho menos. Sacha había mantenido una excelente amistad con Nixa. Los dos se habían avenido bien, pese a sus notables diferencias de carácter y temperamento. En cierto modo, cuando Nixa había transmitido a Sacha sus últimas confidencias en el lecho de muerte, le había encomendado que cuidase de Minnie. Existía una especie de legado sentimental de Nixa a Sacha, además de que a Sacha le correspondiese ahora la sucesión del imperio de Alexander II.

Fotos de los dos hermanos, Nixa y Sacha:

No se puede considerar sin cierta pena la repentina disyuntiva en la que se encontró Sacha. No sólo había de reemplazar a su hermano mayor en el papel de heredero, sino ajustarse a los designios de sus imperiales padres, devastados por la pérdida del que había sido el hijo favorito y la esperanza hacia el futuro de la dinastía. Por ese tiempo, Sacha estaba sinceramente enamorado de una muchacha de buena cuna: María Elimovna Mestchersky. Era un sentimiento verdadero y profundo: Sacha había llegado a considerar muy en serio renunciar a sus eventuales derechos al trono para poder casarse morganáticamente con María, pero eso había ocurrido antes de que muriese Nixa.

Hubo serias discusiones entre el zar Alexander II y su nuevo heredero Sacha. El príncipe comprendía que jamás se le concedería la venia para desposar a María Elimovna. Alexander II, que se había casado enamorado con su María de Hesse, podía hacerse cargo de que su hijo bebía los vientos por María Elimovna, pero la joven, que precisamente se encontraba en la corte como una de las numerosas damas de compañía de la zarina, quedaba muy por debajo en la escala social. Ante la intensa presión de Alexander II, Sacha hubo de comprometerse a romper su idilio con María y marcharse a Dinamarca a hacerle la corte a la princesa Dagmar.

Una fotografía de María Elimovna, el amor juvenil de Sacha:

En verano de 1866, Sacha llegó a Fredensborg igual que había hecho su hermano Nixa en verano de 1864.

Si hubiera que elegir una palabra para definir el inicio de la relación de Minnie con Sacha, la más adecuada sería, quizá, «pesadumbre». En verano de 1866, Minnie recibió a Sacha en Fredensborg envuelta en un halo de melancólica tristeza. Él, un hombre de gran estatura y corpulencia, con aspecto ya de enorme oso serio e incluso bastante huraño según el momento, se sintió inevitablemente conmovido ante la visión de la pequeña y menuda ex prometida del hermano fallecido. Los dos tenían un tema de conversación: Nixa. Y una ocupación: revisar fotos de Nixa. En esa atmósfera sobrecargada de emoción, resultó natural que Sacha se declarase a Minnie precisamente después de contemplar viejas fotos. Ella lloraba mientras le aceptaba y él la envolvió en un abrazo que pretendía consolarla.

Para haber empezado de esa manera, el noviazgo y posterior matrimonio de Minnie y Sacha fueron increíblemente felices. Una vez que se había decidido a cortejar a Minnie, Sacha se enamoró de ella. En cuanto a Minnie, puesto que Nixa se había ido…¿quién mejor que Sacha para entregarle su corazón y su vida entera? En tiempos posteriores, Minnie no olvidaría a Nixa. La publicación de sus diarios en fechas recientes en ruso demuestra que cada año, en el aniversario de la muerte de Nixa, Minnie derramaba lágrimas acordándose del joven prometido a quien había perdido inesperadamente. Pero, sin embargo, quiso a Sacha muchísimo. Y los dos formaron una pareja en la que, por lo que se sabe, no tuvieron cabida infidelidades, lo cual sorprende positivamente en un zar ruso.

Imágenes:

1.-Sacha con Minnie, comprometidos ya en matrimonio.

2.-Sacha y Minnie, joven pareja.

Dagmar de Dinamarca abandonó su país en un navío, habiendo sido despedida en el muelle por una multitud enfervorizada entre los que se contaba su viejo «cuenta cuentos» preferido, el escritor Hans Christian Andersen. Viajó a Rusia escoltada por su hermano, el príncipe heredero Frederick de Dinamarca, y acompañada por su querida governanta de origen belga, Sidonie de l´Escaille. En Kromstadt, fue recibida calurosamente por la familia imperial. En San Petersburgo  se convirtió a la ortodoxia adoptando el nombre de María (en honor a su inminente suegra) Feodorovna.

Alexander Alexandrovich Romanov y María Feodorovna se casaron en una ceremonia absolutamente tradicional el 9 de noviembre de 1866 en la capilla del Palacio de Invierno, en San Petersburgo. Tras la noche de bodas, las anotaciones de Sacha en su diario prueban la apasionada relación que surgió entre los dos. Luego, marcharon al palacio Anitchkov que se convirtiría en su residencia oficial durante los siguientes quince años.

En el matrimonio, Minnie tuvo mejor suerte que Alix.

Las infidelidades de Bertie no tardaron en surgir. Los rumores en la calle y las insidiosas especulaciones en la prensa constituyeron un suplicio para Alix, aunque, con el tiempo, ella aprendió a guardarse sus sentimientos más o menos amargos tras una dulce sonrisa.

Los ingleses admiraron la luminosidad que proyectaba Alix. Su popularidad se mantuvo a través de las décadas, incluso en las etapas en que la de Bertie caía en picado. La reina Victoria no andaba desacertada cuando consideraba al hijo mayor un crápula sin remedio, aficionado al juego, a las apuestas en los hipódromos, a los viajes para visitar principalmente cabarets parisinos o para disfrutar de noches alegres con sus amigos y amantes en la costa francesa. Pero, para ser sinceros, la digna y estólida Victoria no carecía de su cuota de culpa en la vida alegre de Bertie. Dado que ella no confiaba en la capacidad de Bertie ni un ápice, se negó a permitir que desempeñase alguna tarea medianamente seria. Victoria retenía absoluto control sobre los asuntos de gobierno, de los que excluía deliberadamente a Bertie. Él no podía encontrar estímulos en un trabajo, por lo que buscaba evadirse contínuamente.

Lo que más temía Victoria era que su Bertie emulase al tío George, el famoso príncipe de Gales apodado Prinny por los ingleses, en su tiempo rey con el nombre de George IV. Pero, al no conferirle a Bertie ni la menor responsabilidad salvo la de representar al país en alguna gira por el continente americano o por el subcontinente indio, él superó con amplitud en cuanto a vida disipada a Prinny. Mientras, Alix se recluía poco a poco en una existencia plácida, junto a sus hijos. Con la mayor asiduidad posible, viajaba a Dinamarca para participar en las grandes reuniones familiares en Fredensborg. Incluso allí, saltaban a la luz las diferencias de Alix y Bertie, pues el príncipe se aburría de lo lindo en la atmósfera un tanto candorosa de Fredensborg.

Recapitulemos. Alix tuvo dos hijos varones en sucesión, Eddie y Georgie:


Los Príncipes de Gales con sus dos hijos mayores

Luego, el 20 de febrero de 1867, nació la pequeña Louise. El 6 de julio de 1868, se produjo el nacimiento de otra niña, Victoria, «Toria» para la familia. El 26 de noviembre de 1869, vino al mundo la tercera princesa, llamada Maud. Y, el 6 de abril de 1871, Alix alumbró al príncipe Alexander John, quien, para gran desconsuelo de la madre, falleció a las veinticuatro horas.

El embarazo y parto de Louise señalarían un punto de inflexión en la existencia de Alix. Había dos cosas que habían preocupado hasta entonces a Alix: una pequeña cicatriz en su cuello producida por un accidente infantil, que intentaba cubrir siempre con collares, pañuelos o cuellos de encaje, y el hecho de haber heredado de su madre, Louise, la enfermedad genética llamada ostosclerosis. En una mujer cuyo código genético incluya la ostosclerosis, el mal suele aflorar (un molesto zumbido en los oídos, fuertes accesos de vértigo, constante mareo) a raíz de los embarazos. Alix se dió cuenta, embarazada de Eddie y Georgie, de que la ostosclerosis estaba en ella. Pero el embarazo de Louise resultó particularmente complicado, porque la pobre padeció un violento ataque de fiebre reumática. Eso le dejó afectada una pierna (carencia de movilidad en una rodilla), pero lo peor fue que inauguró una etapa de progresiva sordera. Alix, princesa de Gales, tan bella, tan elegante, nunca oiría bien y, de hecho, cada mes, cada año, oiría peor.

A raíz del parto de Louise, se temió por la vida de Alix. Los reyes Christian y Louise viajaron en un estado de tremenda angustia de Dinamarca a Inglaterra, para asistir a la hija. Bertie, en cambio, había estado ausente durante meses, divirtiéndose «por ahí». En esas circunstancias, la falta de «sensibilidad» de Bertie abrió una brecha seria en el matrimonio.

Imágenes de las niñas de Alix:

*Louise, una hija cuya gestación y nacimiento causaron serios problemas de salud a la madre, en una tierna imagen infantil:

*Victoria, «Toria», bebé y un poquito mayor:

*Maud, bebé.

En los primeros años de matrimonio, sólo hubo una ocasión en la que Bertie se posicionó de forma total y absoluta del lado de Alix, algo por lo que ella le quedaría inmensamente agradecida.

Cuando el padre de Alix había asumido la corona danesa bajo el nombre de Christian IX, había tenido que firmar una nueva constitución que incluía un artículo según el cual los ducados de Schleswig-Holstein conformaban parte de la integridad territorial del reino. Christian, que de tonto no tenía un pelo, sabía lo que eso significaba: más pronto que tarde, habría una guerra por los ducados contra la pujante Prusia.

Para resumir muchísimo la cuestión, que fue objeto de acalorados debates políticos por entonces, Schleswig y Holstein eran dos ducados situados en la parte territorial germánica que linda con la danesa península de Jutlandia. Desde tiempos inmemoriales, habían pertenecido a los reyes de Dinamarca, quienes gobernaban esos ducados desde Coppenhague. Pero, en realidad, con el tiempo, los ducados se habían desarrollado gracias a su semi-inclusión a todos los efectos en la confederación germánica. Uno de los ducados tenía mayoría de población de orígen danés, pero el otro tenía una mayoría de población de origen alemán, así que existían partidos nacionalistas pro-daneses pero también pro-alemanes. Y, para rematar las cosas, al morir Frederick VII, no estaba nada claro que el primo Christian que le sucedía en Dinamarca tuviese derechos a quedarse con la soberanía de Schleswig-Holstein, ya que otra rama de la casa Holstein, los Augustenburg, reclamaban la primacía en dichos territorios, con el respaldo de los prusianos, que esperaban sacar partido de la trifulca.

En 1864, Prusia arrastró a Austria, como aliada, a una invasión de los ducados. El rey Christian se encontró en una posición muy apurada, mientras los ejércitos enemigos penetraban poco a poco ya no sólo en Schleswig y Holstein, sino incluso en Jutlandia. En Coppenhague, la joven Minnie, entonces prometida de Nixa, redactó de su mano conmovedoras cartas pidiendo ayuda al zar de Rusia, que no quería meterse en ese berenjenal.

En Inglaterra, hubo un auténtico follón familiar. La reina Victoria se encontró en una postura fastidiosa. Ella misma apostaba por unos ducados germánicos (la vinculación germánica había sido importantísima para Albert, de manera que también era importantísima para la viuda Victoria). Su hija mayor, Vicky, estaba directamente implicada en el asunto por ser la princesa heredera de Prusia. Su hija Alice formaba parte del mismo bando, porque los hessianos se unieron a la liga austro-prusiana. Pero Alix era danesa, Bertie apoyaba sin ambages a sus suegros daneses y los ingleses se sentían furiosos con los prusianos porque apreciaban a los simpáticos daneses que les habían mandado una hermosa princesa de Gales. Aunque Alix no pudo lograr que el gobierno inglés interviniese en el conflicto apoyando a Dinamarca, sí logró que el pueblo británico se solidarizase plenamente con los daneses con la ayuda de Bertie, quien, en ese tiempo, incluso pronunció un vehemente discurso en el parlamento. En conjunto, los daneses se quedarían por siempre encantados por el patriotismo demostrado por la hija mayor de su rey en el extranjero.

Finalizada la contienda, el verano siguiente, Bertie y Alix se empeñaron en viajar a Dinamarca. Allí se les recibió como héroes, pero Victoria estaba furiosa ya que eso causó fricciones con la cancillería prusiana. Para acabar de rematar las cosas, empezó a negociar la boda de su hija Helena, Lenchen, con Christian de Schleswig-Holstein, de la rama Augustenburg, los rivales de los Glücksburg de Dinamarca. Algo que sentó fatal a Bertie…y a Alix.

Minnie (kalliope)

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